Surgen conversaciones difíciles
Cuando se acercaba la universidad, las preguntas de Emily se hicieron más intensas. “¿Saben que no soy… biológicamente tuya?”, preguntaba, con una mezcla de curiosidad y miedo en la voz. Aquellos momentos eran duros, recordatorios de las preguntas sin respuesta que aún persistían. “Saben que eres mi hija”, le aseguré con firmeza. Nuestras conversaciones nos ponían a prueba, a veces rozaban los nervios a flor de piel, pero eran necesarias. Navegar por este nuevo terreno de su identidad nos mantuvo conectadas, alimentando nuestra determinación compartida de descubrir la verdad.

Surgen conversaciones difíciles
Convertir los retos en motivación
En lugar de agobiarnos, Emily y yo convertimos estas conversaciones en motivación. “Veamos qué más podemos averiguar”, nos instó. Juntas, volvimos a sumergirnos en la investigación, negándonos a abandonar la búsqueda de documentos, foros y registros. Cada pieza del rompecabezas nos acercaba a la claridad. El impulso por descubrir su pasado, combinado con la ilusión por su futuro, alimentó nuestra determinación. Nos convertimos en detectives decididos, a punto de desentrañar un gran misterio.

Convertir los retos en motivación