Riéndonos de recuerdos divertidos
Al pasar las páginas, nos encontramos con la foto de la bebé Emily con el ceño fruncido y decidida, negándose a comer brócoli. “¡Eras una cosita testaruda!” Bromeé, recordando cada plato de verdura sin tocar. La risa de Emily llenó la habitación, nuestros recuerdos compartidos demostraban su persistencia a lo largo de los años. Aquellos momentos disipaban toda seriedad. “Supongo que algunas cosas nunca cambian”, me reí entre dientes, pensando en que nunca se le escapaba nada cuando las cosas no salían como ella quería.

Reírse de los recuerdos divertidos
Una tarjeta escondida
En medio de nuestras risas, algo llamó mi atención: una tarjeta escondida en la esquina de un viejo álbum. “¿Qué es esto? Pregunté, sacándola. Emily se inclinó hacia mí, curiosa. La tarjeta estaba ligeramente arrugada y mostraba un caprichoso dibujo de un sonajero de bebé. Parecía sencillo, casi olvidado, pero me atrajo como un faro. De algún modo, su presencia parecía deliberada y extrañamente significativa. La curiosidad de Emily se transformó en seriedad, como si la humilde tarjeta estuviera susurrando silenciosamente secretos que esperaban ser desvelados.

Una carta oculta encontrada